MARÍA MARTÍNEZ [Errusia, 1937-1956]

Descripción

María Martínez Álvarez nació el 14 de octubre de 1931 (fue inscrita días más tarde en el registro) en Bilbao y tenía cinco años cuando tras matar a su padre en la Guerra Civil, su madre decidió enviarle a Rusia junto a sus hermanos Concha de trece y Santiago de siete para dos o tres meses. “Fue un recibimiento la verdad apoteósico” el que tuvieron los niños españoles en Leningrado, que salieron de Santurce muchos días antes. Inicialmente, su hermano pequeño y ella vivieron en un palacete de Crimea hasta que los niños fueron destinados a diferentes casas dependiendo de la edad y los conocimientos, María ingresó en la misma clase que su hermano, es decir, iba dos años por delante. Señala que les cuidaron muy bien en todos los aspectos.

Sin embargo, con el inicio de la II Guerra Mundial les empezaron a evacuar a un poblado a orillas del Volga: empezó la escasez, las noticias llegadas del frente eran catastróficas, los alemanes se portaron con los rusos de manera extremadamente cruel… mientras tanto, se produjo la reunificación familiar con su abuela (fallecería a los pocos años), su madre y su hermana mayor Pilar en Moscú. Fruto de la relación de su madre con un asturiano (murió en la guerra) nacería Enrique, el hermanastro de María, en Uzbekistán. Describe las durísimas condiciones en las que vivieron gélidas temperaturas, el hambre…, pero María añade “A pesar de esas dificultades y detalles, que en fin, pero no nos sentíamos desgraciados, y ¿por qué? Porque era el mal común” tanto entre los españoles como entre los rusos que les rodeaban. En las casas de los niños se relacionaban y estudiaban en español, aunque aprendieron ruso como lengua extranjera. Tenían un círculo de danza, coros… todos tenían alguna actividad con la que entretenerse, frecuentando después el círculo español.

Cuando finalizó la II Guerra Mundial, su hermana Concha estaba gravemente enferma y a su madre le permitieron ir a Moscú para cuidarla, hasta que falleció, María resume: “Otra de la familia que tengo enterrada en Moscú, bueno, ya son tres: mi abuela a las afueras de Moscú, mi hermana en Moscú y mi padrastro cerca de la ciudad de Kursk”. Su madre residió en casa de unos amigos catalanes hasta que finalmente le concedieron alojamiento al que iban a vivir los hijos a medida que crecían y completaban sus estudios irían. Ella estudió la carrera de ingeniería industrial.

Sin embargo, el anhelo de regresar era más fuerte que los lazos que la unían al país en el que había residido durante dos décadas y la familia decidió que ella sería la primera en volver, buscar parientes y encontrar un hogar para cuando se produjese la reunificación familiar en su país natal, ya que:“El sentir nuestro y la educación que recibimos, tanto por parte de los educadores españoles como por parte de los rusos era que algún día teníamos que volver a nuestra patria”.

Tras un largo viaje en la Navidad de 1956 María llegó a Bilbao, con la ayuda de una tía consiguió una vivienda y a los pocos meses llegó el resto de la familia, salvo su hermana Aurora, que regresaría definitivamente cuando se jubiló. Los hijos no tardaron en encontrar trabajo, mientras su hermano pequeño Enrique seguía estudiando. Narra la estricta vigilancia que la policía mantenía sobre todas las personas llegadas de Rusia, llegando a desplazarse a Madrid para ser interrogada. El cambio de un país comunista a uno fascista fue muy duro, María señala el gran contraste entre ambos: “Al principio, sí nos sentíamos felices de estar en nuestro país, pero al mismo tiempo era todo tan distinto, todo: la vida, la mentalidad de la gente…”. Muchas personas quisieron volver a Rusia y algunos regresaron, en su caso ella no quiso. Con los años el país prosperó, mientras la Unión Soviética fue retrocediendo y el cambio de la dictadura a la democracia no fue tan chocante como cuando volvieron de Rusia. Tras el fallecimiento de Franco en 1975, la Diputación empezó a otorgar ayudas a las viudas de la guerra, pero a la familia de María le resultó difícil conseguir documentación para demostrarlo porque su padre no había sido inscrito en el registro al nacer y tuvieron encuentros muy raros con algunos funcionarios.

Desde que regresó a Euskadi, ha visitado Rusia en tres ocasiones: la primera con ocasión de las Olimpiadas con su hijo pequeño del que relata “volví enferma porque las normas de allí me dolieron” refiriéndose a la prohibición de que los rusos entrasen en el hotel, el trato en las tiendas fuese más brusco comparado con la amabilidad de antes… aunque resultó muy emocionante reencontrarse con amigos rusos; en la segunda ocasión quiso mostrar a su hijo donde fue criada ella, y en el 2006 viajó con unas amigas. Mantiene una estrecha relación con muchos “Niños de la Guerra”, que estuvieron en Rusia y ha recibido varios homenajes por su condición de “Niña de la Guerra”. Hoy en día, María no esconde su dolor ante los comentarios de que los “Niños de la Guerra” fueron abandonados por sus padres, argumentando que: “Lo que querían era salvarnos de los bombardeos, de la muerte…y que creían que era para poco tiempo, ¿cómo iban a pensar que nos iban a perder para tantos años?” y en su recuerdo se entremezclan imágenes de la despedida en el puerto de Santurce con otras de su infancia durante la Guerra Civil.